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Una expedición liderada por el virólogo español Antonio Alcamí ha confirmado la presencia del virus “en todas las especies animales detectadas en cada sitio” en seis islas al norte de la península antártica, según un informe enviado al Comité Polar Español y a las autoridades internacionales.
La buena noticia es que los pingüinos parecen ser más resistentes de lo que se temía, pero el patógeno hace estragos en otras especies. En la isla Joinville, los científicos han observado que el virus ha atacado “con especial virulencia” a las focas cangrejeras.
El propio Alcamí y su colega Ángela Vázquez fueron los primeros investigadores que detectaron el patógeno letal en la Antártida, hace justo un año. El virólogo, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC), temía “un desastre” tras el invierno antártico, durante el cual transcurren meses en total oscuridad sin que los científicos puedan saber qué está ocurriendo. Alcamí zarpó en una nueva expedición hace un mes, cruzando el peligroso mar de Hoces o pasaje de Drake desde el sur de América, en el velero australiano Australis, con un laboratorio móvil a bordo.
El equipo ya ha detectado el virus en 28 cadáveres de media docena de especies diferentes: palomas antárticas, gaviotas cocineras, focas cangrejeras, pingüinos papúa, pingüinos de Adelia y págalos, unas aves marinas migratorias. El informe de Alcamí, alerta de que “la carga viral en los animales muertos es muy alta, lo que indica un riesgo de exposición al virus en la proximidad de los cadáveres”.
El grupo también ha observado el patógeno en 14 ejemplares vivos. “No vemos signos de enfermedad en pingüinos, pero hemos encontrado el virus en animales muertos de muchas especies, y también en pingüinos vivos que estamos muestreando. Aunque no veamos síntomas en algunas colonias de pingüinos, el virus está circulando”, explica Alcamí a este diario, con dos periodistas desplazados a la base antártica española Gabriel de Castilla, operada por el Ejército de Tierra. Los investigadores han detectado el patógeno incluso en muestras de aire tomadas en las pingüineras, advierte el informe, remitido al Comité Científico para la Investigación en la Antártida, un organismo internacional.
El equipo de Alcamí alerta de que la presencia del virus en colonias de pingüinos aparentemente sanos “tiene implicaciones para la seguridad humana”, ya que muchos de estos lugares reciben visitas habitualmente tanto de científicos como de turistas. El salto de la gripe aviar altamente patógena a las personas es una de las peores pesadillas para los virólogos, pero de momento el virus no se transmite fácilmente entre seres humanos. La Organización Mundial de la Salud ha registrado 23 casos de personas infectadas y ocho muertes desde hace cinco años, cuando el virus emergió en las aves de corral y se diseminó con éxito en la naturaleza.
Tras realizar muestreos en siete puntos del mar de Weddell, la denominada CSIC-UNESPA Antarctic Expedition continuará un par de semanas buscando animales infectados desplazándose hacia el sur de la península antártica con el objetivo de cartografiar la dispersión del virus y su impacto en la fauna local.
El origen de esta epidemia de gripe aviar que vive todo el planeta está en un subtipo del virus H5N1 conocido como 2.3.4.4b, que ha matado a cientos de millones de aves salvajes y domésticas. Aunque el virus solo debería afectar a aves, desde que comenzó a expandirse en 2020 se han registrado muchos saltos a mamíferos, desde focas y leones marinos en Suramérica, a visones de una granja de Galicia.