Gigantes tecnológicos como Google, Microsoft o Meta están inmersos en una desenfrenada carrera por desarrollar más herramientas basadas en inteligencia artificial generativa, lo que está dejando su huella en el planeta.
El entrenamiento y mantenimiento de estos sofisticados modelos requiere de un gigantesco poder computacional funcionando las 24 horas en los centros de datos.
Eso ha disparado el consumo energético de estas infraestructuras, así como sus emisiones de carbono asociadas y el gasto de agua, empleada para refrigerar los sistemas.
Para colmo, los equipos usados en los centros de datos en los que se cocina esta tecnología hay que renovarlos continuamente, y eso produce gran cantidad de residuos digitales, incluyendo metales altamente tóxicos, como el plomo o el cromo.
La investigación, cuyos resultados se publican en la revista Nature Computational Science, alerta sobre la necesidad de reducir la basura electrónica, en particular la asociada con los grandes modelos de lenguaje como ChatGPT, Copilot, Gemini, Claude o Llama.
Por ahora, la basura digital se concentra en Europa, Asia Oriental y América del Norte, aunque en la mayoría de los casos termina en Africa.
Los autores del estudio han construido cuatro escenarios de futuro para estimar la evolución de la IA generativa, y su demanda asociada de procesamiento de datos, entre 2020 y 2030.
La exposición recorrerá la historia del icónico espacio a 30° años de su emplazamiento en el Proyecto Pueblo Viejo